Para morirse de amor

Para morirse de amor

Se suele decir que los perros se parecen a los dueños. Y en muchas ocasiones se comprueba que, efectivamente, es verdad. Y no solo físicamente, incluso en el carácter también.

Pero, como en todo en esta vida, hay excepciones. Y para muestra la circunstancia vivida por la menda ayer mismo por la tarde.

Vaya por delante que yo por los cachorros muero. Literalmente. Cachorros de animales, quiero decir. A mí me pones delante un bebé humano y no sé qué hacer con él. Ahora, veo un cachorro de perro dos calles más allá y tengo que cruzar sí o sí para poder hacerle alguna carantoña, porque si no, no me quedo tranquila.

Bueno, pues ayer estábamos mi amiga Bea y yo tomando algo tranquilamente en una terraza. Mientras charlábamos, pasó por delante una señora con un cachorro de border collie preciosisísimo.

¡Para morirse de amor!?

Lógicamente, en ese momento me abstraje completamente de la conversación (sí, lo siento, no lo puedo evitar, mi atención es selectiva) y empecé a llamar al perrito para poder acariciarlo y jugar un poquito con él. El perro, con su sociabilidad innata, hizo amago de acercarse para ser amigo mío.

¿Pues no va la siesa de su dueña, y en vez de facilitar nuestra amistad sigue tirando de él para llevárselo de allí? Sin mirarnos si quiera, como si fuéramos alimañas con aviesas intenciones hacia su hijo perruno.

Total, que me quedé con la frustración en todo lo alto. Y con mala leche, por la poca predisposición de la señorona en cuestión.

No sé, que para mí el que alguien te diga lo bonito que es tu peque, sea humano o animal, siempre es agradable ¿no?

Bueno, pues parece ser que no. Y aquí se demuestra claramente que no todos los perros se parecen a sus dueños. Porque este en concreto era lo más bonito y simpático del mundo, y sin embargo su dueña, una desaboría de mucho cuidao ?

Aunque tengo que reconocer que igual juzgué demasiado rápido a la pobre mujer por haberme privado de forma vil de un ratito de placer.

Oye, que a lo mejor tenía mucha prisa porque necesitaba ir al baño, que igual el perro había hecho lo suyo pero ella no.

O padecía de artritis reumatoide, llevaba ya demasiado tiempo caminando y necesitaba descansar.

O simplemente había tenido un mal día, como lo tenemos todos, y lo que menos le apetecía era hacerse la guay con la petarda de turno que quería sobar a su perro.

O qué narices, igual es una persona de naturaleza introvertida que no tiene ninguna necesidad de socializar más de la cuenta.

¿Quién sabe? Solo ella.

Pero esto es lo que solemos hacer, un juicio rápido de las circunstancias de cada persona por comportamiento en un momento que puede ser tan fugaz como el de ayer.

Y sacamos nuestras propias conclusiones al respecto sin pestañear.

Lógicamente, a la buena señora le importará más bien poco lo que yo pudiera pensar. Entre otras cosas porque probablemente ni se enteró de mi ansiedad.

Pero a mí me hizo reflexionar sobre la necesidad de ser más flexibles y tolerantes antes de emitir un juicio gratuito.

Porque nunca sabemos las batallas que está librando realmente cada persona.

Ser amables nos cuesta muy poco y puede arreglarle el día a alguien…¿probamos? ?

¡Feliz día despeinad@! ?

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