Circunstancias a resolver

Circunstancias a resolver

Mi marido y yo somos muy fans de las motos. Nos encanta ver las carreras en casa los domingos y disfrutarlas directamente en los circuitos siempre que podemos. Cataluña, Jerez, Aragón, Cheste…ninguno se nos ha resistido.

Y, por supuesto, nuestro number one es mi querido Marc Márquez. Sí, ese con el que sueño cada dos por tres como te cuento en mi post Tu actitud depende de ti.

Recuerdo la primera vez que pudimos conocerlo en persona, hablar con él, tocarlo, achucharlo, besarlo…Bueno esto último no mucho, dos besos y vas que te matas, pero lo viví con la misma ilusión de una quinceañera y eso no me la quita nadie.

¡Ainssss! Míralo, qué majico él…pa comérselo ???

El caso es que, el año pasado, nos regalamos de nuevo el fin de semana de carreras en Montmeló.

Allí íbamos tan felices, con nuestro avituallamiento para pasar todo el día en el circuito: frutos secos, patatas fritas, embutidos, pan y sobre todo bebida fresca, muy fresca, para evitar correr el riesgo de morir de achicharramiento máximo ??

Con el correspondiente merchandising propio del club de fans de Márquez que incluye camisetas, mochilas, banderas y paraguas para protegernos del sol infernal.

Y, por supuesto, con el “fris fris” lleno de agua que nos habíamos agenciado después de nuestra primera experiencia en la que casi morimos de calor. No sabes la de amigos que se hacen cuando eres la persona que tiene en sus manos el poder de pulverizar agua que alivie una inminente insolación.

Total, que pasamos un sábado maravilloso disfrutando de los entrenamientos, la pole, el ambiente, y por supuesto de nuestro pase a paddock con el que pudimos visitar de nuevo a Marc y a algunos pilotos más.

Llega el domingo, la carrera súper emocionante, gana nuestro ídolo, viene a celebrarlo con nosotros en las gradas, emoción máxima y todos más contentos que chupita ?

Pero claro, una vez terminado todo viene cuando la matan: ir a por tu coche que, normalmente, está aparcado a tomar por saco, y conseguir salir de allí después de chuparte un atasco de un mínimo de dos horas en el mejor de los casos.

Sí amigos, es el precio que se paga por ir a los circuitos. Pero la pasión por las motos puede a la desesperación por volver a casa, así que toca tomárselo con filosofía y paciencia.

Nosotros ya lo tenemos asumido así que, solemos hacer tiempo comiendo allí mismo. Aquel día también lo hicimos, y cuando consideramos que el parking ya estaría un poco más despejado, nos fuimos a por el coche.

Llegamos donde se supone que lo habíamos aparcado y… ¡oh, sorpresa! El coche no está. Nos habremos equivocado de sitio, pensamos. Pero no, no, era aquí. ¿Seguro? Mira un poco más para allá, yo miro por acullá. Que no, que no, que no está.

Madre mía, que nos lo han robado. ¿Será posible? ¿Tan mala suerte hemos tenido? ¿Habiendo cienes y cienes de coches aquí? ?

Intentamos no sucumbir a la histeria y a mi marido se le ocurre ir a preguntar a un mosso que había controlando la salida de vehículos.

«Vete tú, yo me quedo por si acaso», le digo.

Que no sé por si acaso qué, la verdad, ni que el coche fuera a aparecer por arte de magia como en la canción, “hago chas y aparezco a tu lado”.

Durante esa espera, yo empiezo con un proceso mental para aliviar la ansiedad que me estaba entrando por momentos:

  • Bueno, pues si nos lo han robado qué vamos a hacer chica, mira un seguro menos que pagar. Total, tenemos el otro coche y yo este tampoco lo necesito ahora mismo.
  • Ya tía, pero están dentro las maletas, el bolso, el cepillo de dientes, el Satisfyer...(mentira cochina, el Satisfyer no se había inventado aún ??? )
  • Pues una putada la verdad. Pero al fin y al cabo son cosas materiales. Las tarjetas se cancelan, la ropa se compra…excusa perfecta para renovar vestuario.
  • Todo ideal sí, pero ¿cómo volvéis a Zaragoza?
  • Alquilamos un coche o nos quedamos a dormir si hace falta y mañana volvemos en tren, ¡por dinero será!

Si te digo la verdad no sé cómo fui capaz de relativizar tanto y conseguir llegar a un estado tan zen que parecía que hubiera tomado un orfidal. Bueno, sí lo sé.

Porque tenía herramientas que hace años no habría tenido.

Porque ahora sé mucho más sobre mi mente, sobre lo negativo que resulta anclarse a determinados pensamientos y sobre cómo soltarlos.

Y porque, como dice el gran Víctor Küppers (ya sé que me repito pero no viene mal recordarlo):

“En la vida hay dramas pero son bien pocos, y todo lo que no son dramas, son solo circunstancias a resolver”

Supongo que tendrás curiosidad sobre cómo acabó la historia… Bueno, pues fue toda una odisea que incluyó:

– Tres kilómetros de caminata a cuarenta grados hasta otro parking donde se supone que la grúa lo había llevado.

– Descubrir que allí tampoco estaba.

– Volver al circuito en un coche de la policía que, muy amablemente, todo hay que decirlo, se ofreció a ayudarnos.

– Hablar con personal del circuito y descubrir finalmente que, como el coche molestaba, lo habían movido a otro sitio tan escondido que ni ellos mismos eran capaces de encontrarlo. Sin avisar y sin dejar nota de ningún tipo, claro. Muy simpáticos ellos.

Pero lo que realmente importa es que hubo final feliz. Accidentado, sí, pero feliz ?

¿Eliges sufrir o vivir?

¡Feliz día, despeinad@! ?

PD: Si te apetece comentar algo ¡me encantará leerlo!

Últimos Posts

Escribe tu comentario