Lo confieso

Lo confieso
Lo confieso: no me gustan nada los parques de atracciones.
Sé que a mucha gente le emocionan los loops interminables a toda velocidad, las caídas libres desde Marte, o sentir la adrenalina de una probable muerte inminente.

Pero qué quieres que te diga, yo eso de pasar más miedo que viendo a Chucky, el muñeco diábolico, y bajar mareada como si llevara una cogorza de mil pares de narices, no lo veo ?
Cuando era adolescente, y por aquello de hacerme la chulita con mis amigos (sí, es lo que tiene la edad del pavo, que nos pensamos que tenemos que demostrar algo) siempre que había ferias me subía al famoso barco pirata.
Que, visto ahora con perspectiva digo yo, madre mía, ¡si aquello no tenía seguridad ninguna!
Pero oye, ahí que me montaba y soportaba los vaivenes del puñetero barquito sintiendo el estómago en la boca hasta el final.
Que lo pasaba mal, sí. Fatal.
Que luego me sentía tan orgullosa como la Pretty Woman en la escena donde sale de aquella tienda de ricachones con un montón de bolsas en cada mano, también.
Inconsciencias de la edad. Y del querer aparentar, claro.
Muchos años después, y en unas fiestas del Pilar, mi amigo Roberto consiguió lo imposible: que me montara en algo que llamábamos “el gusano”, artilugio del demonio que giraba sobre sí mismo como si de una rueda se tratara. Contigo dentro.
Esa vez, mi hazaña no fue por hacerme la valiente, sino por despecho.
Sí, como lo oyes. Me acababa de dejar un noviete y, por supuesto, yo estaba sumida en el dramón correspondiente ?
Y necesitaba emociones fuertes como terapia de choque para superar esa depresión, que estaba a punto de terminar conmigo (exageración nivel máximo que hacíamos de los desamores).
Así que, a mi buen amigo Roberto no se le ocurrió mejor manera que llevarme a las ferias.
Casi muero en el intento. En una de las vueltas del dichoso gusano, nos dejaron colgados boca abajo un tiempo que a mí se me antojó una eternidad. Que seguramente fueron diez segundos, pero yo no podía dejar de gritarle a mi amigo:
“¡Te maaaatooooooooo, te maaaaaatooooooo, te maaaaaaaaatooooooo!!!!”

Gracias a Dios, sobreviví. Y él también, no preocuparse, que finalmente no hice uso de la violencia contra él.
Probablemente porque cuando bajé de la atracción, bastante tenía yo con recuperar la respiración, la estabilidad, y la circulación sanguínea en general.
¿Piensas que escarmenté con esta experiencia extrema?
Pues no, hija, no. Ya sabemos que el hombre es el único animal que tropieza dos veces (o tres, o cuatro…) con la misma piedra. Y yo no iba a ser la excepción.
Cuando años más tarde inauguraron Port Aventura, mi grupo de amigos decidió ir a estrenarlo.
Y a mí me debió volver momentáneamente ese inútil, a la par que peligroso, afán por demostrar mi valentía.
Y decidí que, nada más llegar, lo primerito que iba a hacer era probar el Dragon Khan, que por aquel entonces era lo más de lo más, la montaña rusa que lo petaba.
Bajé de allí hecha un trapico. Con decirte que me tenían que sujetar de los sobaquillos entre dos personas porque no me tenía en pie. Creo que no vomité en el trayecto por no perder mi glamour. Pero ganas no me faltaron.
Después de eso todas las demás atracciones me parecieron “mindungadas”, claro. Pero entonces ya sí que tomé una decisión definitiva al respecto de mi relación con las atracciones:
SUFRIR PA NÁ ES TONTERÍA
Y no me he vuelto a montar en ninguna que me provoque taquicardias solo con mirarla.
Pero claro, para llegar a esa conclusión, tuve que probarlas.
Porque en esta vida muchas veces hay que atreverse, arriesgarse e intentar cosas.
En cualquier ámbito, el trabajo, los estudios, los amigos, la pareja… Puede salir bien, o puede ser un aprendizaje, que te ayude a decidir lo que sí y lo que no, quién sí y quién no.
Y te haga comprender la importancia de dar las gracias por la experiencia vivida y por las lecciones aprendidas.
Yo, en este caso, he decidido que los parques de atracciones ya no…
Y tú ¿qué decides? ?

¡Feliz día despeinad@! ?
PD: Si te apetece comentar algo me encantará leerlo!
Lo comparto todo. También no me gustaron nunca.
Es que qué necesidad de sufrir por sufrir chica…jajaja.
¡Un besazo!
Ja ja yo nunca me atreví a montar en el Dragón Khan, y eso que cuando yo era adolescente montaba en todo. Eso sí con la montaña rusa nunca he podido….. Ahí estaba mi límite. Pero razón no te falta ahí que probar cosas nuevas para poder elegir esto si, esto no. Un abrazo ?
Si es que hay muchas cosas que no repetiríamos, pero lo sabemos porque las hemos vivido jaja. Así que, cualquier experiencia es buena para aprender.
¡Un besico! 🙂
Memorable conclusión cuñada!
A ponerlo en práctica!!!
Tenías que haber probado la noria, el tren chispita y los autos de choque… son más light ??
Deja deja, tuve suficiente con aquellas experiencias…ya he cubierto mi cupo para toda la eternidad jajaja