Silence, please

Silence, please

Qué manía tiene la gente con compartir detalles de su vida íntima a todo volumen en los autobuses, oye.

Sí, sí, me refiero a esas personas que van hablando por el móvil como si su interlocutor estuviera en el metro de Hong Kong en hora punta, y tuvieran que gritar lo más grande para ser escuchados.

Vamos a ver, que no me interesa enterarme de que la arpía de la Jessy te ha levantado al churri, que tu jefe es un capullo integral o que la Lore se ha puesto morros y parece Carmen de Mairena.

Que yo lo que quiero es hacer mi trayecto tranquilica y en paz. Y si yo procuro evitar conversaciones telefónicas durante el viaje, o, si por lo que sea es inevitable tener una, intento hablar bajito y cortar lo antes posible, espero lo mismo de los demás.

Que igual es mucho esperar ¿no? ?

Pues en una de estas el otro día, sin ir más lejos, tenía un mozalbete en un asiento cercano contándole a una amiga, novia o lo que fuera, lo siguiente:

“Jesusín se hace todo el cuerpo a cera”

¿Qué necesidad tengo yo de imaginarme a ese chaval (que no tiene culpa de nada por otra parte) en pelota picada y sin un pelo en su cuerpo serrano? ?

Porque la mente es mu mala, y basta que oigas algo así para que tu imaginación vuele como un dron sin poder evitarlo y visualice una escena innecesaria a todas luces.

Y lo peor de todo es que tú te sientes super incómoda escuchando esas intimidades, mientras que la persona que lo está publicando sin miramiento alguno ni se inmuta. ¿Será posible?

Aunque esto no es exclusivo del autobús como medio de transporte, no. Los trenes también tienen lo suyo.

Que sí, que ahora han puesto lo del vagón silencio y todo lo que tú quieras. Pero gente irrespetuosa y maleducada hay en todos los sitios. Y ya puedes poner un cartelito “Silence, please” en inglés, en español o en chino mandarín, que a ellos se la refanfinfla.

Recuerdo un día en el que un ejecutivo muy pro, mantuvo una larga conversación en voz muy alta, llena de palabras rimbombantes y en un tono chulesco, cuyo único propósito era, evidentemente, demostrar a todos los pasajeros de aquel vagón que el que mandaba y manejaba el cotarro en su empresa era él y que no había quien le tosiera.

Vamos, lo que viene siendo un gilipollas prepotente, y perdóname la expresión. Pero es que, como dice mi admirado Víctor Küppers, es la riqueza del castellano, que tiene palabras que definen muy bien lo que tienen que definir.

A puntito estuve, y estoy segura de que el resto de los viajeros también, de pedirle amablemente y sin acritud que se fuera al baño a soltar sus exabruptos y sus mierdas varias (otra vez la riqueza de nuestro idioma ? ).

Me contuve por poco y por educación, cosa que, por otro lado, él no estaba teniendo.

Y es que volvemos a lo mismo, siempre esperamos que los demás actúen como nosotros lo haríamos.

Y esto aplica a nuestra vida diaria, en la que también nos creamos expectativas sobre las personas que muchas veces no se cumplen.

Entonces vienen las decepciones y los malos ratos que nos damos. Porque nuestro marido, nuestra amiga o nuestro hijo no ha actuado o no se ha comportado como esperábamos que hiciera. Y no nos damos cuenta de que el problema no está en ellos, sino en las expectativas que nosotras teníamos.

A ver, que eso no quita que el tipejo del tren sea un maleducado y un *piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Aunque lo bueno es que a ese seguro que no lo vuelvo a ver. Bueno, o sí, que la vida a veces es muy puñetera ?

Pero para las cosas que realmente importan en nuestro día a día, bajar unos punticos nuestras expectativas nos ayudará a tomarnos las cosas de otra manera si luego no resultan como habíamos imaginado. ¿No te parece? ?

¡Feliz día, despeinad@! ?

PD: Si te apetece comentar algo ¡me encantará leerlo!

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4 Comments Hide Comments

Estoy de acuerdo. No esperar nada es infinitamente mejor que esperar lo que creemos debería venir, aunque cabrea un poco…. ??

Es cierto que no es fácil manejar este tema, pero cuanto más apredemos a no tener expectativas más felices somos! ?

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