Un mundo de posibilidades

Un mundo de posibilidades

Cuando era pequeñita atravesé una época en la que sufrí un trauma comúnmente denominado «hormigofobia».

Qué me gusta inventarme una palabra oye. La verdad es que no tengo ni idea de si existe ese término, pero no lo voy a buscar, para quedarme con la intriga. Así soy yo, siempre desafiándome a mí misma.

Pero vamos, lo que viene siendo pánico a las hormigas.

(Bueno, igual sí que busco el palabrejo ná más terminar de escribir esta frase, que a veces me puede el ansia viva y eso de tener San Google taaan accesible es una tentación demasiado grande).

Y tú dirás: what the fuck? ¿a las hormigas? pero si no levantan un palmo del suelo y además no hacen nada…

¡MEEEECCCC! ¡ERRRROOOORRRRR!

Que hay una familia de ellas en concreto que sí que pica, la muy traidora.

Y te recuerdo que, en aquel momento, yo era una criaturica de 3 o 4 años, con lo cual las susodichas estaban mucho más cerca de mi cuerpín de lo que están hoy en día.

Vaaaale, no mucho más, que he crecido poco desde entonces (ya lo digo yo antes de que algún gracioso-barra-graciosa de turno haga el comentario relativo a mi estatura).

El caso es que, durante una temporada, llevarme al parque era un suplicio para mi madre. Porque claro, no estamos hablando de una boa constrictor, que no te la vas encontrando por ahí de no ser que te internes en una selva o acompañes a Frank de la Jungla en algún programa de los suyos.

Hablamos de un animal casi casi tan presente en nuestras vidas, como las palomas en Zaragoza. Porque si no eres de aquí, no sabes cómo es la cosa con ellas en mi ciudad…

Aún recuerdo cuando era una niña e íbamos a la Plaza del Pilar, donde vendían maíz en bolsitas para darles de comer. Curiosamente no desarrollé ningún tipo de fobia hacia ellas. Eso sí, les echaba el maíz en el suelo, no me fueran a picar en la mano.

En fin, retomo el tema, que me desvío con mucha facilidad.

La cosa es que al final, las opciones con el parque eran, o no llevarme o tenerme subida a un banco muerta de miedo todo el rato, mientras mi hermano jugaba tranquilamente comiendo tierra y esas cosas que hacen los niños en cuanto te despistas.

Y recordemos también que las hormigas trepan. Suben por cualquier lado. Y se meten por cualquier resquicio que vean. Con lo cual ahí arriba tampoco estaba tan a salvo.

¡No tenía escapatoria por el amor de Dios! ?

No soy consciente de cuánto duró esa etapa ni de si mi santa madre tuvo que hace algún trabajo de coaching, psicología inversa o chantaje de algún tipo para conseguir revertir esa situación, pero debió ser transitoria. Menos mal.

Si me vienes siguiendo desde hace tiempo ya sabrás (y si no yo te lo cuento), que soy una gran amante y defensora de los animales. Y aunque no te lo creas y te parezca incluso ridículo, ahora a veces intento evitar pisar hormiguitas.

Me pongo en su lugar (sí, lo sé, eso es empatía nivel estratosférico) y me imagino cómo debe ser ver venir un pie gigante que me aplasta sin contemplaciones. Porque algo así deben sentir ellas ¿no?

Hace un tiempo leí un libro muy divertido que te recomiendo, se llama «Maldito Karma» de David Safier. No te voy a hacer spoiler por si quieres leerlo, pero resumiendo un poco, la protagonista muere y sufre una serie de reencarnaciones empezando por ser hormiga.

Y no sabes lo mal que lo pasa la pobre para poder sobrevivir y poder pasar de vida en vida y de reencarnación en reencarnación….qué jodida es la vida «hormiguil» chica.

Yo creo que desde entonces veo a las hormigas de otra manera. Eso y el tema de la reencarnación, algo en lo que nunca había pensado mucho y en lo que el libro me hizo reflexionar. Porque aunque el relato es de humor y aunque no creas en esas cosas, te aseguro que te hace planteártelas.

Y eso está guay. Porque siempre mola que de repente algo te descuadre y te haga pensar que quizás haya otras posibilidades y otras opciones que hasta entonces no habías valorado ?

Aunque no te las creas, aunque no vayan contigo, incluso aunque te sigas quedando con lo que creías antes porque resuena más en tu interior.

Pero el simple hecho de cuestionártelo te hace más tolerante, abierto, respetuoso y empático.

Y si no, mírame a mí, ¡que he acabado siendo la best friend forever de las hormiguitas!

Así que, versionando la canción de Chayanne:

«Oye, abre tus ojos, mira hacia arriba, disfuta las cosas buenas que tiene la vida, lalalaaa lalalalalalaaaaaaaaa»

Abre tu mente, despéinate, y piensa en el mundo de posibilidades que hay ahí fuera.

Y sobre todo, ¡en el mundo de posibilidades que hay dentro de ti!

¡Feliz día despeinad@! ?

PD1: Al final no me he resistido y he buscado cómo se llama la fobia a las hormigas…¡mirmecofobia!. ¿Cómo te quedas? Pues así me he quedado yo, ¡ojiplática! ?

PD2: Si te apetece comentar algo me encantará leerlo!

Últimos Posts

Escribe tu comentario